La relación entre la filosofía presocrática y el tarot
Algo que me sorprendió en mi proceso de aprendizaje y estudio del tarot es que, en el caso de la baraja Rider Waite, era posible hacer una relación entre el mensaje espiritual que se transmitía en los ases y el llamado “arché” (principio) que se buscaba en la filosofía presocrática.
Como bien es sabido, el llamado “paso del mito al logos” consiste, según la versión más extendida de la historia de la filosofía, en desplazar las explicaciones fantásticas o mágicas para el origen del mundo y buscar un principio “racional”. La primera persona que lo enumera es Tales de Mileto, a finales del siglo VI a.C., considerando que el agua sería ese “arché” del que derivaría todo lo demás.
Lo que hicieron varios filósofos presocráticos (y no creo que fuese casual), fue buscar ese principio en otros elementos, como el fuego (Heráclito), el aire (Anaxímenes) , la tierra (Jenófanes y Empédocles) como suma de este y los anteriores, o incluso un indeterminado que se denominaría apeiron.
En el tarot, como hemos de recordar, cada palo representa un elemento: las copas son agua, los bastos son fuego, las espadas son aire y los pentáculos son tierra. Ahora bien, un punto muy importante a señalar es que, en todos los ases, hay una mano del cielo que maneja el palo; es decir, ese “arché”, según el tarot, por muy natural que sea, también tiene un origen espiritual.
El tarot Rider Waite, por tanto, tiene una forma sutil de asociar espiritualidad y filosofía y, por tanto, demuestra una vez más esa voluntad de integración de saberes de la que he hablado en anteriores posts.